Comer frente a la tele, ¿un factor de riesgo?

Comer frente a la tele

Es un hecho que gran parte de nuestro quehacer cotidiano se desarrolla frente a una pantalla. La televisión, el smartphone, la tablet etc,  compiten por nuestra atención y es frecuente que nos encontremos realizando varias actividades mientras interactuamos con dos pantallas a la vez. Un ejemplo muy común puede ser sentarse a comer frente a la tele mientras revisamos el WhatsApp e intentamos mantener una conversación con nuestros amigos, hijos o pareja.

Son muchos los estudios que abordan el impacto que las nuevas tecnologías están ocasionando en la vida de las personas en detrimento de la interacción cara a cara; sin embargo, me gustaría centrarme en los efectos que causan sobre nuestra forma de comer.

Se ha observado que una media superior a tres horas diarias de televisión se encuentra asociada a la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. En primer lugar, porque reduce el tiempo dedicado a la actividad física en una sociedad altamente sedentaria, donde además de los recorridos en coche o transporte público, se suman los ascensores, escaleras mecánicas o cualquier otro aditamento que reduzca nuestro esfuerzo al desplazarnos.

En segundo lugar, los medios nos saturan de mensajes sobre la comida y la forma del cuerpo que pueden resultar contradictorios. Por un lado, promueven el consumo de comidas altamente calóricas y por otro, muestran cuerpos esbeltos considerados como ideal de belleza. El mercado está saturado de anuncios de familias compartiendo alrededor de hamburguesas o pizzas, de jóvenes apuestos bebiendo refrescos azucarados o comiendo chocolate, por solo citar algunos ejemplos.

En nuestra cabeza se pueden fusionar una combinación explosiva de dos deseos: estar en forma y comer aquello que nos apetece. Si bien para algunos es posible picar algo y quedar satisfechos, para muchos es imposible resistir a la tentación de ir a por más. La creciente incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria dentro de los adolescentes y jóvenes podría ilustrar lo paradójico de este asunto.

En tercer lugar, están los efectos que produce el acto de realizar una actividad paralela mientras comemos sobre la percepción del sabor de las comidas y los mecanismos de saciedad. Una serie de cuatro estudios demostraron que la percepción de los sabores agrio, dulce y salado de la comida disminuyen mientras más atención se presta a otras actividades. Por ello, se observó que los participantes que necesitaban mayor concentración en otras tareas necesitaban añadir más azúcar a sus bebidas o ingerir una mayor cantidad de galletas saladas con mantequilla para percibir el mismo sabor de aquellos que, bajo una menor carga, añadieron menos azúcar a sus bebidas o comieron menos galletas.

Este patrón podría aplicarse a los pacientes con diabetes. En el caso de niños con diabetes tipo 1, comer frente a la tele se asocia a una mayor duración de la comida e ingestión de alimentos altamente calóricos. En estos niños se han detectado elevados niveles de glucosa tanto dos horas después de finalizada la ingesta, como durante el resto del día. Se ha observado que ver televisión parece estar más relacionado con picar comida en niños con altos niveles de comer emocional. Igualmente, la incidencia de diabetes mellitus se duplica en los adultos mayores que pasan más de 6 horas/día frente al televisor en comparación con aquellos que pasan menos de 2.

A todo lo anteriormente expuesto se suman los estudios sobre el efecto del autocontrol sobre los niveles de glucosa en sangre, que para los pacientes con diabetes se convierte en un indicador clínico de gran interés. Se ha observado que los niveles de glucosa en sangre disminuyen cuando se realiza un acto que requiere autocontrol en comparación con la realización de otra tarea compleja que no lo requiere.

Si retomamos ejemplo inicial (sentarse a comer frente a la tele mientras revisamos el WhatsApp e intentamos mantener una conversación con nuestros amigos, hijos o pareja), podemos percatarnos de la poca atención que le dedicamos a nuestra comida. Es por ello que una solución puede estar en el comer consciente. Ello quiere decir que durante nuestras comidas debemos abstenernos de realizar otra actividad que nos distraiga, concentrándonos solo en nuestra comida y sus propiedades.

Una pregunta que me hacen muchos de mis pacientes es qué pueden hacer si están comiendo con alguien. Usualmente sugiero hacer pequeñas pausas para escuchar o responder una pregunta, pues resulta difícil mantener una escucha activa mientras se está cortando una porción de carne o aliñando una ensalada. La comida tiene sus tiempos y suelen existir espacios entre los distintos platos que pueden ser aprovechados para conversar. A veces se nos olvida que el silencio también resulta importante en nuestras interacciones y estar conectado con nuestro interlocutor va más allá de mantenerse conversando todo el tiempo.

Boris C. Rodríguez PhD.
Psicólogo
Doctor en Psicología Clínica y de la Salud

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