Consejos para el Camino de Santiago con Diabetes

La mochila: pequeña y ligera

La elección de la mochila, junto con la de las botas, es la más importante en cuanto a la preparación del material para hacer el Camino. Lo primero a decidir es su capacidad, que se mide en litros, y que determinará en buena parte el peso final pues, en general, a más capacidad más cosas se terminan cargando. Y, por supuesto, el propio peso de la mochila también es un dato para tener muy en cuenta. Es significativo que en el Camino nunca nadie se queje de llevar una mochila demasiado pequeña, pero sí hay muchos que se quejan de llevar una demasiado grande.

Para el Camino de Santiago, según nuestra opinión, la capacidad de la mochila debería estar dentro del rango que va de los 35 a los 45 litros

El saco de dormir y los grados de confort

Absolutamente imprescindible si vamos a dormir en los albergues. La mayoría de los sacos de dormir que hay en el mercado no son indicados para el Camino de Santiago, pues están orientados a la acampada, montañismo, alpinismo, etc.

Hay un concepto importante a la hora de elegir un saco de dormir: Los grados de confort. Es simplemente la temperatura ambiente mínima para la que está indicado el saco de dormir; por debajo de dicha temperatura el usuario puede pasar frío. Aunque para un modelo de saco de dormir su grado de confort está técnicamente definido con mucha precisión, para nosotros, los usuarios, no deja de ser un dato orientativo, pues la sensación de “pasar frío” o no también depende, en mucho, de la naturaleza de la persona y de su estado físico.

Nosotros, para el Camino de Santiago, lo que necesitamos es un saco ultraligero y ultracompacto, y con la calidad suficiente para que nos dure varios años. Respecto a los grados de confort daremos la siguiente pauta general: El medio año entre mediados de primavera y mediados de otoño 15 grados de confort

El calzado: botas de trekking, chanclas…

Las botas. Obviamente, en un viaje a pie, éste es el elemento al que más atención hemos de prestar. Las más adecuadas son las denominadas botas de trekking: ligeras, de caña alta para proteger el tobillo e impermeables al agua. De todas formas, hay peregrinos que prefieren andar con calzado de senderismo de caña baja o incluso con unas simples zapatillas deportivas. En este último caso, la lluvia, el barro y los fuertes desniveles pueden ponernos en apuros. Está claro, eso sí, que nunca las debemos estrenar el mismo día en que empezamos el Camino; todo lo contrario, debemos haber andado muchos kilómetros con ellas.

Otro calzado. Es recomendable un calzado cómodo para descansar y pasear, una vez finalizada la etapa y chanclas para la ducha.

Lo más importante es, simplemente, que el calzado nos sea cómodo y práctico. Las características técnicas también son importantes, pero la “comodidad” en el amplio sentido de la palabra es esencial. Lo llevaremos muchísimas horas, y en todo tipo de condiciones.

Luego debemos elegir los calcetines adecuados, porque si no son transpirables no servirá de nada que el calzado sí lo sea. También deberían tener refuerzos en el talón y la puntera, y que no hagan arrugas.

La ropa: para la lluvia, el frío y el calor

Dos mudas para andar y otra para después de la ducha es suficiente. En épocas de calor, las camisetas térmicas de verano son mejor que las clásicas camisetas de algodón, pues son muy ligeras, transpirables y no retienen la humedad.

Para la lluvia. La mayoría de los caminantes llevan una capa impermeable (el conocido poncho) que también cubre la mochila, pero resulta incómodo si sopla el viento. Una buena alternativa es llevar una chaqueta y unos pantalones impermeables, y un protector impermeable para la mochila.

Para el sol. Es imprescindible llevar un sombrero o una gorra con visera y crema de protección solar.

Para el frío y el viento. Además de la ropa adecuada, no debemos olvidar llevar alguna prenda para proteger la cabeza. Según la época del año, también llevaremos bufanda y guantes

Bastón de senderismo o bordón

Es recomendable llevar un bastón de senderismo o un bordón para hacer el Camino de Santiago. Supone un tercer punto de apoyo y por tanto mejora el equilibrio en las bajadas, subidas, y en los vadeos de riachuelos; además, descarga algo el trabajo de los músculos y articulaciones de las piernas.

La gran ventaja del bastón de senderismo (también llamado telescópico) es que es extensible (en dos o tres segmentos), y por lo tanto es mucho más cómodo para su tranporte en tren o avión, pues plegado cabe en la mochila. El bordón, para su transporte en avión, generalmente debe facturarse aparte de la mochila. El bordón, sin embargo, es un elemento tradición e icónico del Camino de Santiago, con gran fuerza simbólica; y además, para «marcar el paso» es mejor que el bastón de senderismo.

Los bastones de senderismo deben extenderse a la altura tal que el codo forme un ángulo de 90 grados. Hay que pasar la mano bajo la correa y volear la mano para que la correa quede bien sujeta, sin pliegues y ajustada a la piel (así también apoyamos el peso sobre la muñeca y no solo sobre la mano).

Material adicional

Bolígrafos de insulina, agujas, lancetas, tiras y glucómetro, aquellos que lleven sensor y/o bomba, añaden 1 bolígrafo de insulina rápida y 1 recambio del sensor y/o bomba.

Hidratos de absorción rápida y lenta, glucagón y botiquín.

Una pequeña linterna frontal para movernos de noche en el albergue.

Toalla ligera (a ser posible de microfibra) También una cantimplora, pañuelos de papel, papel higiénico y algo de dinero.

Consejos para hacer el Camino de Santiago

La preparación física. El Camino de Santiago no es un paseo exento de dificultades. Es cierto que, en principio, es factible para cualquier persona, tanto para aquellos que están acostumbrados a andar como para aquellos que no lo están. De todas formas, el sentido común no debe hacernos perder de vista que el esfuerzo que supone una peregrinación de este tipo requiere de unas condiciones físicas determinadas y que, por lo tanto, es necesaria una buena preparación previa, independientemente del punto desde el cual iniciemos el Camino. Recorrer a pie kilómetros día tras día no es trivial.

La preparación física es uno de los aspectos más importantes para lograr que la peregrinación sea un éxito. No sólo para tener la satisfacción de haberla podido finalizar, sino también para disfrutarla y, así, conseguir que se convierta, posiblemente, en una de las vivencias más gratificantes de nuestra vida. Una mala preparación, producto de la improvisación, puede obligarnos a abandonar o, lo que todavía es peor, puede convertir cada etapa en un calvario. Sin duda, la mejor manera de prepararnos es andando en condiciones similares con las que nos encontraremos. Por ejemplo, hacer excursiones por alguna zona de montaña que conozcamos bien, con el mismo calzado, indumentaria y mochila con que iniciaremos el Camino. También debemos cargar la mochila con el peso aproximado que pensamos llevar. Será conveniente realizar varias excursiones, a lo largo de las cuales iremos incrementando los kilómetros. Así, además de ponernos en forma, podremos determinar de qué forma reacciona nuestro cuerpo en estas circunstancias, y también si el calzado es el adecuado, si el peso es excesivo, etc.

La mochila, debe evitarse llevar nada ‘por si acaso’. La disposición del material en la mochila: Lo más indicado será ir colocando el material en la mochila separado de forma funcional con bolsas de plástico, y poner las más pesadas en la parte inferior y más próxima a la espalda (para mejorar el punto de equilibrio). También nos resultará más cómodo disponer las cosas de tal forma que siempre tengamos la cantimplora o el kit de diabetes a mano

La sujeción de la mochila. Este es un factor importante para evitar tanto la acumulación del cansancio como la excesiva carga en la espalda y los hombros. Para una correcta sujeción, primero aflojamos al máximo las cintas que se cuelgan a los hombros. Después desplazamos la cinta de la cintura a la altura del hueso de la cadera, teniendo en cuenta que una vez bien apretada nos sea posible tocar con los dedos el hueso por encima de la cinta. Apretamos fuerte esta cinta de la cadera y ajustamos las cintas de los hombros sin tensarlas, de tal forma que podamos poner sin dificultad los dedos entre estas cintas y el cuerpo. De esta forma conseguimos que la mayor parte del peso de la mochila se cargue directamente sobre las piernas, liberando considerablemente la espalda y los hombros.

La alimentación. El gasto energético es muy superior al de la vida cotidiana y es necesario compensar esta pérdida con una buena alimentación. Lo más aconsejable es empezar el día con un buen desayuno, a lo largo de la etapa tomar alimentos ligeros y energéticos, y hacer el ágape más fuerte al final de día, una vez acabada la etapa y más descansados.

El agua del grifo. En toda España (también en Francia y Portugal) es de calidad y absolutamente apta para el consumo, por lo que es innecesario comprar o pedir agua embotellada. Ahorraremos en costes energéticos y residuos plásticos.

Los peligros de la carretera. Siempre que andemos por carretera o tengamos que cruzar una, debemos hacerlo con mucha precaución. Hay que tener en cuenta que el peso de la mochila y el cansancio retardan los movimientos en caso de necesitar una reacción rápida. Además, siempre debemos andar por la izquierda para tener a la vista los coches que circulan más cerca de nosotros, y hacerlo cuanto más alejados de la calzada mejor. Afortunadamente, y en especial en el Camino Francés, hay pocos tramos de camino que transcurran por carreteras con tráfico.

La señalización. Todo el recorrido está señalizado con flechas amarillas. A veces se añade otra simbología según la comunidad autónoma o provincia. Así pues, es poco frecuente perderse, y aún menos en el Camino Francés. De todos modos, si esto ocurriera, tan solo es necesario un poco de tranquilidad y paciencia hasta reencontrar el camino. Además, en último extremo, siempre habrá alguna carretera que nos permita llegar al siguiente pueblo.

Objetos de valor. Afortunadamente, los casos de robos en los albergues son muy poco frecuentes. De todos modos, y especialmente en los albergues más grandes, es necesario tomar las elementales medidas de seguridad y no dejar olvidados los objetos de valor mientras estamos, por ejemplo, en la ducha o paseando por la población. También hay la posibilidad, de hecho, la más frecuente, de dejarnos alguna cosa olvidada en alguna de las múltiples paradas habituales a lo largo de una etapa (bajo un árbol, en un bar, etc.). Y por último, también debemos tener en cuenta que es difícil tratar delicadamente el material sofisticado que transportamos en la mochila. Así pues, como conclusión, podemos afirmar que los objetos de valor o delicados y los largos caminos a pie son poco compatibles. Además, una de las gracias de los caminos a pie es hacerlos despreocupadamente, sin tener que estar pendiente de si perdemos esto o se nos rompe aquello.

Carga de la batería del móvil. En los albergues (si hay alguna excepción, la desconozco) no hay ningún inconveniente en usar los enchufes libres para cargar la batería del móvil. Dado que el número de enchufes suele ser mucho menor que el número de plazas, debemos hacer un uso racional y no tener el móvil en carga más tiempo del necesario.

Secar las botas. Si han quedado empapadas por la lluvia, un pequeño truco para secar las botas por dentro, cara a emprender el camino al día siguiente, es poner varias hojas arrugadas de periódico bien apretadas. Al cabo de unas tres o cuatro horas las sacamos y ponemos otras. Con dos o tres veces que repitamos esta operación será suficiente para que el papel absorba toda el agua y las botas nos queden bien secas.

¡Buen camino!

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