
Diversos estudios a nivel mundial reportan que, tanto en niños como en adultos, el consumo de proteínas es de tres a cinco veces superior a los valores recomendados establecidos internacionalmente. Esto es debido a que las personas no tienen el hábito de asesorarse con un nutricionista y, tristemente, el peso de las redes sociales y la distribución de desinformación en torno a este tema hace que se ponga en riesgo la salud.
Para entrar en contexto, hablemos de qué son las proteínas y por qué son importantes para nosotros.
La palabra proteína se originó del griego «proteios», que significa primo o primario. Este término es muy apropiado en nutrición, ya que la proteína es el principal componente de los tejidos en animales y humanos.
Las proteínas son macromoléculas fundamentales para los seres vivos, las cuales desempeñan diversas funciones estructurales a nivel de células, tejidos y sistemas; y, además, como enzimas, medios de transporte, componentes del sistema inmune, hormonas, entre otros.
En el cuerpo están formadas por combinaciones de 20 aminoácidos, nueve de ellos son llamados esenciales, porque no pueden ser sintetizados en el organismo y deben ser aportados por la dieta: isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptófano, valina e histidina. Una ingesta proteica adecuada debe contener un aporte suficiente de éstos para que el organismo pueda fabricar los aminoácidos no esenciales y mantener el equilibrio nitrogenado, es decir, que tanto los ingresos como egresos de proteína sean adecuados.
La Federación Española de la Nutrición (FEN) realizó un estudio científico para medir la ingesta de proteínas de los españoles, con una muestra representativa de 2009 individuos de entre 9 y 75 años. En este sentido, sólo el 10% del total de participantes en el estudio tiene un consumo diario de proteínas situado dentro de los rangos de la ingesta recomendada. Por otro lado, el 30% estaría en los límites de cumplimiento de estas recomendaciones y más del 30% excede el límite de las recomendaciones de ingesta de proteínas. Esta ingesta ha sido mayor en hombres que en mujeres, siendo la carne y sus derivados el grupo de alimentos con mayor contribución de dicha ingesta. Por su parte, las verduras, hortalizas y legumbres suponen sólo el 7% de la ingesta diaria de proteínas, una cantidad que es especialmente baja en niños y adolescentes, donde se sitúa en cerca del 5,5%.
La FEN menciona que el requerimiento de proteína en personas sanas se basa en la dosis de proteínas ingerida en la dieta que compensa las pérdidas orgánicas de nitrógeno (balance nitrogenado), proponiendo una ingesta diaria recomendada de 0.8 gramos por kilogramo de peso al día, lo que representa, aproximadamente, el 12% de la ingesta total de energía. Sin embargo, existen numerosas condiciones como el crecimiento, algunas enfermedades y la actividad física que requieren incrementar su aporte.
En los pacientes que tienen enfermedad renal crónica los requerimientos de proteínas se ven modificados de acuerdo al estadio y tratamiento que tenga el paciente. Por ejemplo, aquellos pacientes en pre diálisis deben tener una reducción de proteína 0.6-0.8 g/kg de peso/día. Esto con el objetivo de poder ayudar al paciente a mantenerse metabólicamente estable y retardar la progresión de la enfermedad renal hasta criterios dialíticos. Mientras que los pacientes en diálisis o hemodiálisis su consumo debe ser entre 1.2-1.5 g/kg de peso/día, ya que estos pacientes tienen un riesgo elevado de desarrollar desgaste energético proteico por alteraciones metabólicas y factores relacionados a la terapia sustitutiva.
Hablando de los deportistas, antes de proponer una ingesta proteica es importante primero saber qué tipo de deporte hace, cuántas veces por semana, cuanto tiempo tiene haciéndolo y cuáles son sus objetivos. Todo esto nos dará la pauta para establecer estrategias nutricionales. En estos individuos, la ingesta de proteínas puede llegar hasta los 2 g por kilogramo de peso al día, sin tener ninguna repercusión a nivel renal ya que la Sociedad Internacional de Nutrición Deportiva (ISSN) declaró que no había peligro saludable en personas que lleven a cabo ejercicio físico regular, especialmente de fuerza, siempre y cuando no tengan un antecedente personal y/o familiar de enfermedad renal.
En cualquiera de los casos, tenga o no antecedentes de enfermedad renal, es muy importante estar alerta a los síntomas que el paciente refiera, como dolor en espalda baja y además llevar un control de estudios función renal como: medir la tasa de filtrado glomerular, prueba de creatinina, albumina y electrolitos, por mencionar algunas.
Las dietas híper proteicas (HP) han ganado un gran interés en los últimos años, pero no sólo en el ámbito deportivo, más bien como una herramienta en el control del peso debido a los efectos propuestos sobre la termogénesis y la saciedad.
Existen datos inconsistentes con respecto a los posibles efectos beneficiosos o perjudiciales de las dietas HP en los parámetros de la obesidad, así como sus riesgos asociados. Algunos estudios realizados a corto plazo (8 a 12 semanas de seguimiento) y con un pequeño tamaño muestral, sugieren que este tipo de dieta puede inducir una mayor pérdida de peso y una reducción de los niveles de glucosa e insulina plasmática, sin embargo, no existen estudios a más largo plazo que comprueben que estos resultados se mantienen.
En contraste con estos hallazgos, según las recomendaciones de la Asociación Americana de Diabetes (ADA), los pacientes con diabetes no deben tener un régimen de dieta híper proteica como medio para perder peso debido a los efectos desconocidos a largo plazo de la sobre ingesta de proteína. Por otro lado, dos estudios observacionales sobre los efectos de una dieta híper proteica en la salud mostraron que el sobrepeso, la obesidad y el síndrome metabólico aumentan el riesgo de desarrollar enfermedad renal en un 40 a 83%. Teniendo en cuenta que en los ensayos incluidos en dichos estudios se reclutaron sujetos obesos, se podría especular que una ingesta alta de proteínas agregará otro factor perjudicial al aumento del riesgo de desarrollo de esta enfermedad ya establecida para esta población.
Un estudio a largo plazo en ratas, con una dieta HP produjo una reducción significativa en el peso corporal, sin embargo, generó efectos perjudiciales en la función renal como daño tisular, aumento de peso renal, incremento de la proteinuria, glomérulos más grandes y un aumento en el aclaramiento de creatinina, en comparación con las ratas con una dieta normo proteica.
Un consumo excesivo de proteínas puede tener efectos no sólo a nivel metabólico o renal, también óseo, ya que estas dietas generan una cantidad importante de ácidos, principalmente en forma de sulfatos y fosfatos. Por lo tanto, el riñón responde a esta sobrecarga ácida con un aumento en la excreción ácida neta en forma de amonio y ácidos libres. En consecuencia, el hueso contribuye a esta respuesta con su función amortiguadora mediante la resorción ósea, es decir se produce una descalcificación, generando incremento en la excreción urinaria de calcio.
Es muy importante tomar grandes cantidades de agua por la deshidratación asociada a este tipo de alimentación, pues se ha visto una estrecha relación con la acidosis renal. Además de aumentar el consumo de frutas y verduras, pues estas constituyen la mayor fuente de amortiguadores en la dieta y por lo tanto pueden disminuir la excreción urinaria de calcio.
En conclusión, siempre debemos asesorarnos por un nutricionista para seguir cualquier tipo de tratamiento nutricional. Al hacerlo por nuestra cuenta o en manos de inexpertos estamos poniendo en riesgo nuestra salud. Por lo tanto, un plan de alimentación adecuado a nuestras necesidades y objetivos, junto con un estilo de vida saludable son la receta para mantener la salud y prevenir el desarrollo de muchas enfermedades.
Adive Márquez
Licenciada en Nutrición
Educadora en Diabetes