Especial 100 años de insulina (III): Pasado y presente con mi diabetes

Pasado y presente con mi diabetes

En el año 90, aproximadamente tres días después de mi 18 cumpleaños, tuve mi regalo en forma de debut. Junto con mis padres, decidimos que la mejor aproximación era mantener una dieta estricta a base de pescado, repollo y queso blanco, junto con unas pastillas tipo homeopático. Evidentemente, tras un mes y algo de este “tratamiento” las cosas no iban mejor si no que iban a peor, ya que la cetoacidosis estaba llamando a la puerta. Esta era la visión que teníamos en el año 90.

Ingresé en aquel momento en lo que era el “Instituto de Diabetología de la Cruz Roja” donde inmediatamente conocí a la que sería mi doctora durante muchos años, y me puso mi primer tratamiento con insulina. Justo a continuación vino el plato de espaguetis con tomate que mejor me ha sabido en mi vida y que hizo que empezara a valorar la insulina en otra dimensión más allá del pinchazo.

Así empieza mi historia, que ha marcado estos últimos 30 años de evolución y que gracias a una pequeña proteína como la insulina descubierta hace 100 años, ha hecho que no tenga que pasar el resto de mis días comiendo solo pescado, repollo y queso blanco, y por supuesto me ha permitido tener una calidad de vida hasta la fecha es excelente y que no para de mejorar.

Empezamos con el primer kit que recibes cuando sales del hospital, son tu pack de jeringuillas de un solo uso, tus tiras de glucosa en sangre, tus tiras de glucosa en orina junto con las de acetona. Y a partir de ahí tu centro de salud será el que te provea de ellas. Pero no te vayas a olvidar de llevar un pañuelo de papel y mucho azúcar, junto con tu libreta de controles para anotar.

En esa época un control de glucosa en sangre era un arte. Consistía en poner una gota de sangre de un tamaño considerable en una tira reactiva, esperar unos 30-60 segundos, y luego limpiarla con un pañuelo de papel, y tras otros segundos comparar el color con una escala de colores en el bote. Esto te ofrecía un rango de valores de glucosa, así que nada de exactitud, dependiendo de la luz con lo que lo miraras podrías estar entre 100 y 200 o entre 200 y 300. Con esta información tomabas tus decisiones.

Hablamos de los años 90, del siglo pasado, y cuando digo tomabas tus decisiones, no me refiero a que tuviéramos sensibilidad a la insulina, o ratios, teníamos unas pautas generalmente fijas de insulina NPH e insulina regular, que según la tablita que nos acompañaba cargábamos en la jeringa y nos poníamos sin cuestionarnos.

Los principales avances en los siguientes años fueron varios, primero los encontramos en el control, recuerdo esas mañanas esperando en la consulta y rellenando la cartilla de controles con los que te faltaban… y tu pensando que el médico no se daría cuenta, pero llegaba entonces la cifra de la fructosamina de tus análisis y ahí ya estabas en evidencia. La glucosa capilar fue uno de los elementos que primero empezó a avanzar, aparecieron los “reflectometros” que hacían lo mismo que tú a ojo, lo hacían en el proceso de comparación del color de la tira, pero evidentemente mucho mejor, eso si, los tiempos no mejoraron en absoluto, y muy pronto fueron seguidos por los nuevos “glucómetros” que espectacularmente empezaron a requerir mucha menos sangre y mucho menos tiempo, hablábamos de tiempos de 30, 20 o incluso en algún caso 10 segundos. Para nosotros el avance estaba en el tiempo, y que con una gotita minúscula teníamos nuestra glucosa capilar, pero la realidad estaba en la precisión de estos aparados que había dado un paso de gigante.

En esta franja de tiempo, entre el año 1990 y el 2000 se empezaron a generalizar también, el uso de plumas de insulinas. Esto, aunque no lo parezca fue un antes y un después a la hora de gestionar nuestra diabetes en público. En esa época era un estigma social el necesitar ponerte una inyección en público, ya que se asociaba con el mundo de la droga. Las plumas hicieron dos cosas, la primera nos dieron sencillez en el tratamiento ya que simplemente elegíamos las unidades, y de manera discreta nos las inyectábamos en cualquier sitio sin que nadie tuviera que participar de ello y en segundo lugar aparecieron las plumas con mezclas de insulinas precargadas, que en los momentos que tocaban dos insulinas facilitaba también el tratamiento. Pero en mi opinión las plumas hicieron algo mucho más importante, que fue desconectar la jeringuilla de la persona con diabetes, y hacer que esa imagen que muchos tenían de no estar haciendo algo bueno, que desapareciera.

Las insulinas siguieron avanzando, y de la insulina regular, pasamos a las insulinas rápidas, y las insulinas de larga duración. Estas insulinas nos permitían en primer lugar una mejora del control muy relevante, ya que esto se parecía algo más al comportamiento de una basal, aun muy lejos de la realidad, y en segundo lugar la insulina rápida se parecía mucho más al comportamiento de una insulina real, ya que en pocos minutos estaba actuando. Esto lo que nos dio fue libertad, libertad de comer a la hora que nosotros quisiéramos principalmente, no estar atado a horario estrictos como nos ocurría con las NPH e insulinas regulares, lo que para la gente que trabajábamos o salíamos, fue una excelente noticia.

Durante la primera década de los años 2000 la tecnología yo me atrevería a decir que explota. Empezamos a ver glucómetros que funcionan en 5 segundos, aparecen conceptos como MARD que mide la exactitud de los glucómetros, los primeros sensores se ven en el mercado que nos dan información casi en tiempo real y ya no estamos ciegos entre control y control, lo que nos permite optimizar los tratamientos.

Uno de los grandes hitos se produce cuando cambia como indicador de control principal la medición de la fructosamina a la hemoglobina glicada, pero sobre todo con la aparición del estudio que nos dice que un control con una hemoglobina por debajo del 7% nos evita complicaciones a largo plazo. A partir de ese momento tanto nosotros como los médicos y educadores tenemos un objetivo común que perseguir y que además es sencillo y fácil de entender.

El último avance que ha sido especialmente relevante para todos nosotros, es la aparición de las bombas de insulina, en primer lugar, simulan a nuestra insulina basal más los bolos de comidas, pero pronto empiezan a conectarse con los sensores de glucosa para convertirse en dispositivos inteligentes que cada vez iban tomando más y más protagonismo. Hoy en día mi bomba de insulina, decide que basal debo tener, cuanta corrección debe hacer, solo me preocupo de los bolos de las comidas, el resto ya no es parte de mi rutina diaria. Esto ha supuesto una liberación increíble en todos los sentidos, pero sobre todo mental.

La suma de todos los cambios, medición de glucosa, sistemas de inyección, insulinas, junto con nuevos sistemas inteligentes de administración de insulina como las bombas, han hecho que la diabetes no sea hoy en día un trabajo adicional en mi día a día, si no un acompañante del que por supuesto no me puedo olvidar, pero que no supone absolutamente ningún impedimento en mi vida. Trabajo, viajo, tengo una familia fantástica de la que disfruto, como, y tengo un excelente control, con un esfuerzo que me atrevería a decir es decenas de veces inferior al esfuerzo y lo que podíamos conseguir hace 30 años. Bienvenidos al siglo XXI y lo que aun tenemos a la vuelta de la esquina.

Autor: Juan Enrique Gómez, 31 años con diabetes
Socio, voluntario y primer Redactor Jefe de Entre Todos
(Publicado en la Revista Entre Todos. Si quieres recibir o descargar la revista, hazte socio)

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