Insuficiencia cardiaca y diabetes tipo 2

Las enfermedades cardiovasculares se consideran uno de los principales problemas a los que se enfrenta la sociedad actual, y también las personas con diabetes mellitus (DM). Nuestros actuales hábitos cotidianos y el hecho de que cumplamos más años suponen un estrés creciente a nuestro aparato circulatorio. Una de sus consecuencias, la insuficiencia cardiaca (IC), es causa frecuente de ingreso en nuestros hospitales y afecta a la calidad de vida de las personas afectadas.

La DM tipo 2 es una enfermedad con gran impacto en la salud pública, tanto por su alta prevalencia como por el hecho de que se asocie a un mayor riesgo de complicaciones cardiovasculares (CV). Una de sus consecuencias clínicas es la IC. Desde hace décadas existen estudios que demuestran cómo las personas con DM tienen un mayor riesgo de desarrollar IC, independientemente de la presencia de otras causas determinantes de ésta, como son la enfermedad coronaria o la hipertensión. Además, la presencia de IC puede ser la forma de manifestarse una dolencia isquémica cardiaca. Se estima que el 50 % de los pacientes con DM tendrán IC a lo largo de su vida.

¿Qué es la insuficiencia cardiaca?

La IC es un síndrome clínico frecuente con síntomas causados por la alteración de la capacidad de uno o ambos ventrículos del corazón como motor de la circulación del organismo, de modo que no actúan de manera eficaz en su acción de bombear sangre hacia el resto del organismo. Dependiendo del porcentaje de sangre que el ventrículo izquierdo es capaz de impulsar, se habla de IC con fracción de eyección reducida o conservada. Aunque tanto una forma como la otra se asocian a un incremento de hospitalizaciones y a un mayor riesgo vital.

¿Qué síntomas tiene una persona con IC?

Cuando el corazón no es capaz de impulsar la sangre de forma adecuada aparece una sensación de falta de aire (disnea), que empeora con los esfuerzos y que en formas avanzadas aparece también en reposo, que obliga a incorporarse en la cama por las noches (ortopnea) y produce a menudo hinchazón de las piernas (edemas) como manifestaciones frecuentes. Las personas con IC tiene una menor tolerancia al ejercicio y peor recuperación tras éste, por lo que tienen una dificultad en llevar a cabo incluso tareas cotidianas. Todo ello tiene un importante impacto físico, social y emocional en la vida de las personas afectadas, lo cual empeora de forma clara su calidad de vida.

¿Por qué es importante detectar la IC en las personas con diabetes?

Las personas con diabetes mellitus, tanto tipo 1 como tipo 2, pueden tener un mayor riesgo de desarrollar IC, y ésta puede aparecer en edades más tempranas en comparación con las personas sin DM. Se puede asociar con hipertensión o cardiopatía isquémica. En ausencia de estos factores asociados se denomina cardiomiopatía diabética. El riesgo de IC es más alto en aquellos con una mayor duración de la DM, con peor control glucémico, en los obesos y en los que ya tienen otras enfermedades vasculares asociadas, como la mencionada cardiopatía isquémica, la insuficiencia renal crónica o la enfermedad arterial periférica.

Entre el conjunto de la población con IC, aquellos con DM tienen peores resultados cardiovasculares, como lo demuestran los datos de los diversos estudios llevados a cabo diseñados para tal fin.

¿Cómo se previene la IC en las personas con diabetes?

El riesgo de padecer IC es menor en las personas con DM que mantienen un buen control de la glucemia, la hipertensión y el colesterol, evitan el desarrollo de obesidad y mantienen una actividad física diaria. Por lo tanto la mejor forma de evitar esta complicación es cuidando nuestra salud en general y llevando el mejor control de la diabetes. Pero una vez aparecen síntomas de IC no basta con lo anterior sino que hace falta un tratamiento específico dirigido a corregir las alteraciones y las consecuencias de la IC.

¿Cómo se trata la IC en DM?

El manejo de la IC en las personas con DM no difiere del tratamiento en la población que no tenga diabetes. Incluye cuando sea preciso la modificación del estilo de vida (alimentación y entrenamiento físico según posibilidades), el apoyo en los condicionantes de la vida diaria y el tratamiento con fármacos que mejoren el funcionamiento cardiaco.

Los objetivos de la terapia para la IC incluyen la mejora de los síntomas y de la capacidad funcional, la reducción del riesgo de hospitalización, de la tasa de complicaciones y la mejora global de la calidad de vida.

En lo que se refiere al impacto directo que los fármacos antidiabéticos pudieran tener sobre la IC, hasta hace poco no se había documentado un beneficio específico de los distintos grupos terapéuticos. Incluso algún estudio había relacionado algún medicamento concreto con una mayor incidencia de IC.

Sin embargo, en los últimos años, varios estudios clínicos de fuerte impacto han demostrado que ciertos medicamentos dirigidos a mejorar el control glucémico, los inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa tipo 2 (SGLT2), que actúan aumentando la eliminación de glucosa por el riñón, reducen de forma sustancial los ingresos por IC. Actualmente en España están comercializados varios fármacos de este grupo terapéutico: dapagliflozina, empagliflozina,
canagliflozina y ertugliflozina.

En dichos estudios los beneficios CV de estos fármacos son independientes de sus efectos como antidiabéticos, dado que aparecen de forma temprana, antes de lo que pudiera suponerse una consecuencia de la mejoría del control de la glucemia. Estos efectos se atribuyen a una compleja combinación de cambios metabólicos y hemodinámicos que mejoran el funcionamiento cardiaco, reducen el deterioro del riñón y también el riesgo de presentar otros eventos CV.

Los efectos CV de estos medicamentos se han demostrado en el subgrupo de pacientes con IC con fracción de eyección reducida, en espera de actuales estudios en marcha con pacientes con fracción de eyección conservada, subgrupo que constituye una necesidad terapéutica no cubierta, y que se conocerán a lo largo de este año 2021.

Los inhibidores de la SGLT2 muestran beneficio incluso en personas que no tenían un diagnóstico previo de IC, lo que podría suponer un efecto preventivo sobre el desarrollo de esta complicación.

Los resultados cardiacos de los inhibidores de la SGLT2, manifestados inicialmente en estudios que incluían únicamente a pacientes con DM, también se han demostrado en personas sin DM, por lo que el uso de estos fármacos pronto podría formar parte del tratamiento habitual de la IC en la población general.

Como conclusión, IC y DM son dos patologías de fuerte impacto en la salud pública que pueden aliarse con frecuencia y afectar a nuestra salud. Por ello es importante llevar a cabo una detección precoz y un tratamiento efectivo con el fin de mejorar la calidad y la expectativa de vida de las personas con DM.

Autor: Dr. Alfonso Arranz
Especialista en Endocrinología y Nutrición
Hospital Universitario de la Princesa. Madrid
(Publicado en la Revista Entre Todos. Si quieres recibir o descargar la revista, hazte socio)

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