La autoestima en los adolescentes

La autoestima en los adolescentes

Con el término de “Autoestima” se hace referencia a la idea que cada uno tiene de su propia valía. Se construye con todos los sentimientos, pensamientos y comportamientos que se desarrollan a lo largo de la vida, especialmente en la adolescencia.

Un dato importante a tener presente es que no sólo se refiere a los éxitos que uno alcance o no sino que, además, se asocia al valor que cada uno otorga a sus logros en referencia a las pretensiones que tenía.

En este sentido, es relativa. Una HbA1c de 7,2 puede ser valorada como un gran logro para Juan (“soy un as”), mientras que para Laura, que aspiraba a tener 6,5, el resultado de la analítica le entristezca (“soy torpe, nunca lo conseguiré”).

Pero más allá del episodio puntual, conviene que sepas que la autoestima influirá en cómo el/la adolescente se enfrentará a las distintas demandas de la vida. Todos tendemos a comportarnos según lo que creamos que podemos hacer. En el caso de Juan, que se siente capacitado y satisfecho, es fácil que se proponga nuevos retos (“A ver si la próxima analítica es aun mejor. Sé que puedo”), mientras que  Laura, que no valora sus logros porque no siente que se sean tales quizás le resulte difícil enfrentar nuevos retos.

En esa configuración de la propia valía, la diabetes puede interferir menoscabándola por lo que conviene estar atentos a su evolución.

La relación del adolescente con su cuerpo

Cuando se inicia la pubertad se acelera el desarrollo del cuerpo y los cambios se suceden de una manera tan sorpresiva que, incluso a su propio dueño le cuesta reconocerlo como suyo.

Pero además lo hace de una forma disarmónica. ¡Nada de crecer todo a la vez! Eso provoca que, además de no reconocerse, el /la adolescente se vea feo (deforme).  Así que dedican bastante tiempo a “camuflar” lo que consideran sus defectos.

El chico con diabetes constantemente tiene que estar exhibiendo su cuerpo: “Enséñame cómo llevas el catéter”; “a ver las yemas de los dedos”; “¿por qué no te pinchas en la pierna?”; “¿dónde escondes el infusor?”…

Por si eso fuera poco, hay que sumar las visitas al endocrinólogo en las que se ve sometido de forma periódica a una exhaustiva revisión: tensión, pulso en los pies (que no hay manera de que no huelan), inspección las zonas de inyección…

Todos atentos a ese cuerpo del que, todavía, no se ha hecho amigo y que no puede ocultar como le gustaría.

Pero además ese cuerpo al que se refieren tiene “una tara” y además imposible de arreglar: un páncreas que no funciona. Así es elevado el riesgo de que se centren en los aspectos negativos, en lo “roto” y se definan por ese detalle como un SER diabético y no como un TENER diabetes.

Por supuesto no ayuda el hecho de la gran dificultad que se tiene para procurar que las glucemias estén dentro del rango deseado. A veces es consecuencia de alguna que otro desliz con la comida, algún que otro olvido de inyectarse insulina en el recreo, pero otras lo son fruto de la “tormenta de hormonas” en la que está atrapado. A ello se le une una colección de hipoglucemias de lo más inoportunas (en medio de un partido de baloncesto, en la cola de las entradas del cine o cuando por fin “ella” había accedido a bailar).

¿No es motivo suficiente? Pues añadamos la cantidad de determinaciones glucémicas que debe realizarse, las inyecciones de insulina, tener que portar un aparato del que depende su vida, las restricciones, los horarios…

No es difícil pensar que puede haber cierta tendencia a percibirse como un ser enfermo y odiar aquello que le limita. Pero como es imposible huir puede acabar haciendo una valoración negativa de sí mismo: “¡NO ME QUIERO ASÍ!”.

El pensamiento adolescente

Otra de las características de la adolescencia que puede jugar en contra por el hecho de tener diabetes es la capacidad que se tiene de interrogarse sobre uno mismo, sobre el entorno y la posibilidad de imaginarse en el futuro.

En este sentido, muchos adolescentes con diabetes se preguntan: ¿Por qué a mí?; ¿Se podría haber evitado? Pero las respuestas que ofrece la ciencia son vagas e imprecisas. Hay otras mucho más difíciles de responder aún y son aquellas referidas al futuro tales como: ¿Me querrán a pesar de mi diabetes?, ¿Podré ser lo que desee?, ¿Qué futuro me espera?, ¿Tendré cómo me están advirtiendo problemas con la retina?

Lo social también importa

El tercer aspecto que tiene la diabetes que puede provocar que el adolescente desarrolle una autoestima más negativa de lo deseable, es el factor relacional.

Es sabido que los adolescentes tienden a evitar el hacerse notar en su grupo de referencia. Evitan sobre salir por debajo o por arriba: ni demasiado inteligentes, ni demasiado poco, ni demasiado osados ni recatados. Sin embargo la diabetes constantemente provoca que todas las miradas se centren en él (si se mira el azúcar, si se come un azucarillo a «deshoras», si tiene que orinar constantemente, si debe inyectarse insulina antes del bocadillo…).

De nuevo esa circunstancia puede hacer que el/la adolescente con diabetes se odie por tener que acarrearla.

¿Todos los adolescentes con diabetes tienen la autoestima baja?

Por supuesto la respuesta es NO. Por ello conviene revisar cuáles son los factores que protegen de una baja autoestima.

En muchos manuales se mencionan cuatro aspectos principales que afectan positivamente a la autoestima. Estos son:

1) Vinculación. Sentirse perteneciente a su grupo de amigos ya lo tiene. Pero darle la oportunidad de sentirse entre iguales respecto a la diabetes también ayuda. Por ello conviene fomentar encuentros entre adolescentes que tengan como distintivo la diabetes. Son espacios que propician la ventilación emocional donde el joven puede sentirse completamente entendido en uno de los aspectos centrales de su vida.

2) Singularidad: El adolescente con un sentido de la singularidad sabe cuáles son sus cualidades y atributos especiales. Respecto a la diabetes, además de la parte negativa de tenerla, no se debería obviar que ellos, desde edades muy tempranas han tenido que asumir responsabilidades mayores que otros niños de su misma edad. Han aprendido a contar raciones, a manejar medicaciones peligrosas, a desarrollar destrezas para inyectarse… Esos también son elementos de valor singular que aporta el hecho de tener diabetes. De poder elegir, todos preferiríamos no tenerla, pero ya que está… valoremos lo que aporta de positivo.

3) Ser capaz: Para poseer una autoestima positiva, la persona debe disponer de recursos, oportunidades y capacidades para poder dirigir su propia vida.

La diabetes permite (obliga) a tomar decisiones constantemente y a resolver problemas sobre la marcha. Una adecuada educación diabetológica y un desarrollo de las competencias oportunas, harán que el adolescente se sienta capacitado para afrontar su vida con diabetes de forma eficaz.

4) Disponer de modelos de referencia: Todos necesitamos modelos que nos sirvan de referencia para configurar nuestra vida. A los adolescentes con diabetes les facilita comprobar cómo otras personas con la misma patología han logrado lo que a ellos les gustaría alcanzar.

No me refiero exclusivamente (aunque también) a grandes deportistas, actrices etc., sino también personas de un mundo más cercano al suyo, del cotidiano. Hombres y mujeres para los que la diabetes es una compañera más o menos incómoda pero con la que se puede gestionar una vida plena.

En resumen, conviene atender los focos de riesgo recordando que hay estrategias que pueden ayudar a cualquier persona con diabetes a evitar que la patología mine su autoestima. Al contrario, el enfoque adecuado es reflexionar sobre cómo el hecho de tener diabetes puede ser una oportunidad para desarrollar fortalezas personales.

Iñaki Lorente

Psicólogo

Máster en Relación de Ayuda y Counselling

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