Hace unos días volvimos de la playa, donde pasamos un par de semanas este verano. Como era nuestro primer verano con bomba de insulina, creímos que iba a ser muy difícil resolver el tema de la arena, el salitre, las olas… La verdad es que se nos hacía un poco cuesta arriba el asunto.
Pero como somos muy playeros, no quedaba más remedio que atreverse. Así que allá fuimos, muy decididos. Es verdad que ir a la playa ya es bastante engorroso por sí mismo, lo reconozco. Hay que llevar toallas, cremas, sombrillas… de todo. Y siendo diabético, además la neverita con todo lo que puedes necesitar (que si zumo, que si algo de comer por si acaso, el medidor, la insulina…). Lo normal. Así que la bomba, en principio no nos añadía ninguna dificultad en especial, pero ya sabéis, lo desconocido normalmente asusta un poco.
El caso es que allá fuimos. Habíamos decidido que para bañarse en el mar la niña se iba a quitar la bomba. Ella lo prefería y, además, como vamos a una zona de bastante oleaje, una de mis pesadillas era ver salir a la niña del agua sin la bomba. No me podía imaginar nada peor (bueno, sí, que la ola me trajese a la bomba y no a la niña, pero eso no me lo planteaba, claro, porque si uno empieza a pensar en cosas así, no sale de casa, ja, ja).
Solucionado el problema del baño, nos quedaba el de la arena. Así que aunque nos habían dicho que podía “rebozarse” cuanto quisiera sin problema, nosotros decidimos que si pensaba “hacer la croqueta” o enterrarse en la arena, se quitaba la bomba -siempre que su nivel de glucosa lo permitía-. Para el resto del tiempo (pasear o correr por la playa, jugar con la arena, etc.) se la dejaba puesta. Mi hija lleva la bomba habitualmente en una riñonera pequeñita, porque le resulta muy cómodo hacerlo así. Al estar cerrada prácticamente no entra arena.
Además, teníamos la precaución de lavar bien la zona antes de vestirse (siempre reservábamos un poco de agua dulce para eso) para quitar los granitos de arena que podrían quedar en los alrededores del dispositivo que se conecta al cuerpo. Y así pasamos nuestro primer verano con bomba en la playa sin mayor novedad. Prueba superada.
El verano es una época del año que genera muchas dudas por las vacaciones, las piscinas, la playa, las comidas fuera de casa… Es normal que estemos inquietos por ver cómo nos afrontamos a estos pequeños retos.
Una de las preguntas cuando se lleva bomba de insulina es «¿puedo quitarmela?» y si me la quito, «¿cómo lo hago?», lo mejor es que le preguntéis a vuestro endocrino antes para que os de unas instrucciones personalizadas, pero aquí os dejamos un post con unas recomendaciones genéricas, haz clic aquí para leerlo.
Como siempre gracias Luz, tus experiencias nos ayudan a aprender 🙂